Adiós al Papa Francisco: su último viaje junto a los más vulnerables conmueve a 400 mil personas

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INFLUENCER GTO. El mundo despidió con amor y gratitud al papa Francisco, quien, fiel a su estilo humilde y cercano a los marginados, protagonizó un último gesto lleno de significado. En lugar de un coche fúnebre, pidió que su féretro fuera trasladado en su papamóvil blanco, un símbolo de cercanía que marcó su pontificado. Así comenzó su último viaje por las calles de Roma, acompañado por el calor de 400 mil personas que abarrotaron las veredas para rendirle homenaje.

Este último recorrido no fue un acto solemne cargado de tristeza, sino una procesión llena de esperanza, gratitud y vida. Los aplausos de decenas de miles de fieles acompañaron los seis kilómetros que separan el Vaticano de la basílica de Santa María la Mayor, en un ambiente que recordaba más a una fiesta de amor que a un funeral tradicional.

El último gesto de un Papa diferente

El papa Francisco, el primer Pontífice llegado «del fin del mundo», como se definió al provenir de Argentina, rompió moldes desde el primer día de su pontificado. Ahora, incluso en su despedida, volvió a dejar en claro su mensaje: la vida, la misericordia y la cercanía con los más necesitados eran su legado más importante.

El papamóvil salió de la puerta del Perugino del Vaticano a las 12:30 horas locales, con el ataúd del Papa a la vista de todos. Menos de media hora después, llegaba a su destino final en la basílica predilecta de Francisco, mientras las campanas repicaban en señal de fiesta. A diferencia de los funerales anteriores, no hubo luto ni silencios sombríos, sino un homenaje lleno de agradecimiento.

Un adiós entre los suyos: los olvidados del mundo

En las escalinatas de Santa María la Mayor lo esperaban 40 representantes de los sectores más vulnerables de la sociedad: migrantes, personas trans, indigentes, detenidos con permisos especiales y otros marginados. Cada uno llevaba en sus manos una rosa blanca, la flor favorita del Papa.

Este emotivo encuentro no fue casualidad. Durante su vida, el papa Francisco puso en el centro de su misión pastoral a los olvidados del mundo. Desde el inicio de su pontificado, predicó la necesidad de una Iglesia que funcione como un «hospital de campaña», como recordó el cardenal Battista Re durante la conmovedora homilía.

Además, no es menor que la última salida pública de Francisco antes de su muerte fue hacia la cárcel de Regina Coeli, en Roma, para encontrarse una vez más con los privados de libertad. Aunque en esa ocasión ya no pudo repetir el gesto simbólico de lavar los pies, su sola presencia reiteraba su firme mensaje: Dios es misericordioso y su perdón no tiene límites.

El papamóvil como símbolo de vida y cercanía

El uso del papamóvil en su último viaje fue una elección cargada de simbolismo. No era un vehículo cualquiera: fue el mismo que utilizó en su emotiva visita a México entre el 12 y 17 de febrero de 2016, un gesto que el gobierno mexicano honró posteriormente al regalárselo al Vaticano.

Para muchos, ver el ataúd de Francisco en ese papamóvil evocó recuerdos de sus 47 viajes internacionales, donde siempre transmitió su mensaje de esperanza, paz y amor hacia los más débiles. No era un adiós al Papa de traje blanco; era la celebración de un hombre que llevó su fe y su humanidad a los rincones más alejados del planeta.

Su paso recordaba, por ejemplo, su entusiasta visita a Río de Janeiro, donde alentó a los jóvenes a «hacer lío», a revolucionar el mundo desde la fe y la acción. Esa misma energía vital fue la que se respiró en Roma durante su último viaje, donde nadie pensaba en la muerte, sino en la vida que el Papa sembró con cada palabra y gesto.

Una sepultura humilde, como su vida

A las 13:00 horas locales, el féretro del Papa fue ingresado a la Basílica de Santa María la Mayor en medio de cantos en latín. Algunos niños del grupo de marginados llevaron las rosas blancas hasta el altar de la Virgen Salus Populi Romani, el ícono bizantino que Francisco veneró profundamente durante su vida.

El Vaticano, respetando su deseo de humildad, cortó la transmisión en vivo al momento de la sepultura, reservando ese instante final a un círculo íntimo de familiares y allegados. Alrededor de 50 a 60 personas, entre sobrinos, sobrinos nietos, sus secretarios privados y enfermeros personales, estuvieron presentes en esta sencilla ceremonia presidida por el cardenal camarlengo, Kevin Farrell.

La sepultura se realizó siguiendo el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, un protocolo que el mismo Francisco modificó en vida para simplificar los rituales y garantizar que su funeral fuera sobrio y cercano al pueblo.

El legado de un Papa revolucionario

El papa Francisco revolucionó la Iglesia con gestos y mensajes de profunda humanidad. Su último viaje no fue diferente: rompió protocolos, volvió a las calles, eligió a los olvidados para acompañarlo y cerró su ciclo de vida como vivió siempre: cerca del pueblo, entre los más débiles, con sencillez y alegría.

Hoy, mientras el mundo despide a Jorge Mario Bergoglio, también celebra el nacimiento eterno de un legado que seguirá inspirando a millones: una fe que no excluye, una Iglesia abierta como un hospital de campaña y un liderazgo basado en la compasión y la justicia social.

Francisco, el Papa que nunca tuvo miedo de ensuciarse los pies para caminar junto a los marginados, deja un vacío inmenso. Pero también siembra un camino que muchos están dispuestos a seguir, llevando al mundo su mensaje de esperanza, amor y dignidad para todos.

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