El regreso del lobo que nunca debió volver: ciencia, ética y la peligrosa promesa de la desextinción

INFLUENCER GTO. La línea entre la ciencia ficción y la realidad acaba de borrarse. Dos crías bautizadas como Rómulo y Remo han nacido en un laboratorio, y aunque sus juegos y aullidos puedan parecer inocentes, su existencia marca un hito controversial: representan el primer intento exitoso de revivir al legendario “lobo terrible” (Aenocyon dirus), una especie que desapareció de la faz de la Tierra hace más de 12 mil años.
Este hito no vino de un parque temático ni de una novela de ciencia ficción, sino de los laboratorios de Colossal Biosciences, una startup estadounidense que ha hecho de la desextinción su bandera. Su objetivo: traer de vuelta especies desaparecidas, empezando por el mamut lanudo y, ahora, el lobo terrible. Pero lo que para algunos es una proeza biotecnológica, para otros es una advertencia inquietante del rumbo que está tomando la ciencia.
El nacimiento de un depredador del pasado
La idea de «resucitar» especies extintas ha fascinado a científicos durante décadas. En el caso de los lobos terribles, el proceso comenzó con restos fósiles recuperados de sitios paleontológicos en América del Norte. A partir del ADN encontrado —muy fragmentado por el paso del tiempo—, los investigadores lograron secuenciar genes clave y fusionarlos con el material genético del lobo gris, su pariente vivo más cercano.
El resultado no es exactamente un lobo terrible original. Es un híbrido, una especie «inspirada en» pero no idéntica a la criatura que rondaba las praderas del Pleistoceno. Aun así, el parecido físico y genético es sorprendente, y eso basta para entusiasmar a muchos… y preocupar a otros tantos.
¿Un salto evolutivo o una línea que no deberíamos cruzar?
Con apenas tres meses de vida, Rómulo y Remo ya pesan más de 36 kilos y miden más de un metro veinte. Son fuertes, instintivos y muestran comportamientos que distan mucho de un animal domesticado. No son mascotas. Tampoco son simplemente lobos. Son algo nuevo. Algo que no pertenece a este tiempo ni a este mundo.
Y ahí es donde comienza el dilema ético.
El doctor Daniel Salamone, genetista y presidente del CONICET en Argentina, fue claro en una reciente entrevista: “Esto no es un verdadero lobo terrible. Es una criatura nueva, sin un lugar claro en el ecosistema”. Según Salamone, alterar el genoma de esta manera puede tener consecuencias impredecibles. Incluso los genes que parecen inactivos pueden despertar y modificar el comportamiento, la salud o la forma de interactuar de estos animales con su entorno.
¿Qué pasaría si soltamos a los lobos del pasado en los bosques del presente?
Desde un punto de vista ecológico, el regreso de superdepredadores extintos plantea más preguntas que respuestas. El mundo de hace 12 mil años era radicalmente distinto: los ecosistemas, las presas, los competidores… todo ha cambiado. Reintroducir a una criatura como el lobo terrible podría romper el delicado equilibrio de los ecosistemas actuales.
“El animal puede regresar, pero su hábitat, no”, sentencia Salamone.
En ese sentido, muchos expertos sugieren que, en lugar de invertir millones en revivir especies extintas, deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en salvar a las que hoy están al borde de desaparecer. La paradoja es evidente: mientras gastamos recursos en “volver al pasado”, dejamos morir silenciosamente especies vivas que sí tienen un papel claro en nuestros ecosistemas.
Ciencia sin conciencia: ¿hasta dónde deberíamos llegar?
El experimento también ha reavivado el debate sobre los límites éticos de la biotecnología. ¿Qué derechos tienen seres creados en laboratorio? ¿Deben vivir en libertad? ¿Podrán reproducirse? ¿Quién se responsabiliza si uno de ellos daña otra especie o se convierte en un riesgo para humanos?
Muchos zoológicos y centros de conservación ya han dicho que no colaborarán con Colossal Biosciences, al considerar que el proyecto desvirtúa los principios de la preservación natural. Incluso algunos genetistas cuestionan la validez de estos experimentos más allá del asombro mediático.
Y no es una exageración compararlo con Jurassic Park. Al igual que en la famosa película, los científicos deben usar ADN moderno para completar el material genético faltante, lo que significa que nunca están creando una réplica perfecta, sino algo nuevo, una especie sintética con características desconocidas.

Rómulo y Remo: entre la fascinación y el temor
Por ahora, los cachorros viven bajo estricta vigilancia en un laboratorio de alta seguridad, donde se estudia su comportamiento, metabolismo y adaptación al entorno. Pero el futuro es incierto. ¿Podrán algún día vivir en libertad? ¿O serán eternos prisioneros de un experimento que nunca pidió su consentimiento?
La comunidad científica está dividida. Para algunos, son un símbolo del poder de la biotecnología moderna. Para otros, un ejemplo de la arrogancia humana y nuestra peligrosa obsesión por controlar la naturaleza.
¿Salvar lo extinto o proteger lo existente?
Tal vez la pregunta no sea si podemos traer de vuelta especies extintas, sino si debemos hacerlo. En un planeta azotado por el cambio climático, la pérdida de hábitats y la extinción masiva de especies, el verdadero milagro sería evitar más desapariciones, no intentar corregir las que ya ocurrieron.
Como dice Salamone: “Esto despierta la imaginación, sí. Pero también distrae de lo verdaderamente urgente: conservar lo que aún tenemos”.
¿El futuro de la ciencia o el principio de una advertencia?
El regreso del lobo terrible no es solo una hazaña genética. Es una prueba de fuego para nuestra capacidad de decidir, con responsabilidad y sabiduría, qué clase de mundo queremos construir.
¿Queremos convertirnos en dioses de laboratorio que moldean la vida a su antojo? ¿O guardianes conscientes que entienden que no todo lo que se puede hacer, se debe hacer?
El rugido del pasado ha vuelto, pero la decisión sobre el futuro sigue siendo nuestra.